Hace tiempo me contaron una historia para hacerme entender –no sin sarcasmo- el funcionamiento de la bolsa. Más o menos decía que un inversor llega a la selva y propone a los nativos cazar leones vivos para venderlos a los zoológicos. Anuncia que pagará 10 euros por cabeza. Los nativos celebran este acontecimiento llenando las jaulas de leones, lo que hace que cada vez sea más difícil cazarlos. Para aumentar el incentivo, el inversor sube el precio a pagar a 20 euros porque a pesar de esa cantidad a pagar aún sigue siendo negocio.
Hasta aquí vamos bien, pero la situación comienza a cambiar cuando el inversor decide ofrecer un nuevo trato: liberar una cierta cantidad de leones a 35 euros por cabeza para poder seguir cazando, ya que casi no quedan en libertad. Cantidad que deberán pagar los nativos al inversor, claro está. A cambio, promete que cuando vuelvan a capturarlos les pagará a razón de una nueva cotización: 50 euros por cada ejemplar. Los nativos aceptan, dado que la propuesta les supondría ganar 15 euros por cada león a largo plazo... Pero se quedan el resto de sus días esperando pues el inversor desaparece. No tienen a nadie a quién reclamar que se han quedado con 5 euros menos que al principio de la historia: Ganaron 10 por el primer león y 20 por el segundo, pero acabaron pagando 35 por el ejemplar que les iba a suponer ganar 50, algo que nunca ocurrió. En realidad ignoraban que la cotización se había quedado clavada en 20 euros y el negocio sólo le supuso ganancias al que se había limitado a manipular todo el proceso.
Nadie sabe cuándo conviene dejar de cazar leones en La Bolsa, pero hay algo más inquietante: Hay quién sostiene que el mercado financiero es una creación subjetiva pues los operadores se mueven según evaluaciones que también lo son, pero las decisiones que se toman influyen en la evaluación económica global. Así que se ven de nuevo obligados a una nueva evaluación para tomar nuevas decisiones, que a su vez modifican la situación, que es objeto de evaluación subjetiva. Supongo que a estas alturas ya es difícil seguir la cadena de acontecimientos -reconozco que a mí me ha costado Dios y ayuda- Pero se entienden muchas cosas cuando captas el concepto. Dice George Soros, el célebre millonario y filántropo, que el mecanismo viene a ser como ‘un bucle con retroalimentación de doble sentido’: dicha retroalimentación no es secuencial (se evalúa, luego se decide, por consiguiente se influye, y se vuelve a evaluar), sino que los dos procesos ocurren simultáneamente, lo que a la postre crea una indeterminación absoluta.
A los físicos les debe sonar el llamado Principio de Incertidumbre de la Física Cuántica. Dice más o menos (perdonen si la explicación no se demasiado científica, que uno es de letras y no vean lo que cuesta asimilar todo esto) que el observador no debería observar porque modifica lo que observa. ¿Les suena la historia de los leones? O sea, que la raíz misma del capitalismo y la planificación económica que lo sostiene, esa que altera nuestra vida cotidiana, que influye en nuestros ingresos y derechos laborales y que es el botón que marca el estado de nuestra estabilidad, el grado de pobreza de pueblos enteros y el nivel de amargura y frustración que soportamos cuando estallan las crisis como la que ahora padecemos; es la indeterminación y ha pasado a formar parte del dominio de la física teórica. Y a esos niveles, la física, la filosofía, e incluso la poética se entremezclan. Por eso más que nunca son necesarias las dos últimas para encontrar una explicación a lo que está ocurriendo. Y quizás por eso el sistema las desprecia tanto y en nuestro sistema educativo ya casi ni cuentan.
Hasta aquí vamos bien, pero la situación comienza a cambiar cuando el inversor decide ofrecer un nuevo trato: liberar una cierta cantidad de leones a 35 euros por cabeza para poder seguir cazando, ya que casi no quedan en libertad. Cantidad que deberán pagar los nativos al inversor, claro está. A cambio, promete que cuando vuelvan a capturarlos les pagará a razón de una nueva cotización: 50 euros por cada ejemplar. Los nativos aceptan, dado que la propuesta les supondría ganar 15 euros por cada león a largo plazo... Pero se quedan el resto de sus días esperando pues el inversor desaparece. No tienen a nadie a quién reclamar que se han quedado con 5 euros menos que al principio de la historia: Ganaron 10 por el primer león y 20 por el segundo, pero acabaron pagando 35 por el ejemplar que les iba a suponer ganar 50, algo que nunca ocurrió. En realidad ignoraban que la cotización se había quedado clavada en 20 euros y el negocio sólo le supuso ganancias al que se había limitado a manipular todo el proceso.
Nadie sabe cuándo conviene dejar de cazar leones en La Bolsa, pero hay algo más inquietante: Hay quién sostiene que el mercado financiero es una creación subjetiva pues los operadores se mueven según evaluaciones que también lo son, pero las decisiones que se toman influyen en la evaluación económica global. Así que se ven de nuevo obligados a una nueva evaluación para tomar nuevas decisiones, que a su vez modifican la situación, que es objeto de evaluación subjetiva. Supongo que a estas alturas ya es difícil seguir la cadena de acontecimientos -reconozco que a mí me ha costado Dios y ayuda- Pero se entienden muchas cosas cuando captas el concepto. Dice George Soros, el célebre millonario y filántropo, que el mecanismo viene a ser como ‘un bucle con retroalimentación de doble sentido’: dicha retroalimentación no es secuencial (se evalúa, luego se decide, por consiguiente se influye, y se vuelve a evaluar), sino que los dos procesos ocurren simultáneamente, lo que a la postre crea una indeterminación absoluta.
A los físicos les debe sonar el llamado Principio de Incertidumbre de la Física Cuántica. Dice más o menos (perdonen si la explicación no se demasiado científica, que uno es de letras y no vean lo que cuesta asimilar todo esto) que el observador no debería observar porque modifica lo que observa. ¿Les suena la historia de los leones? O sea, que la raíz misma del capitalismo y la planificación económica que lo sostiene, esa que altera nuestra vida cotidiana, que influye en nuestros ingresos y derechos laborales y que es el botón que marca el estado de nuestra estabilidad, el grado de pobreza de pueblos enteros y el nivel de amargura y frustración que soportamos cuando estallan las crisis como la que ahora padecemos; es la indeterminación y ha pasado a formar parte del dominio de la física teórica. Y a esos niveles, la física, la filosofía, e incluso la poética se entremezclan. Por eso más que nunca son necesarias las dos últimas para encontrar una explicación a lo que está ocurriendo. Y quizás por eso el sistema las desprecia tanto y en nuestro sistema educativo ya casi ni cuentan.
3 comentarios:
Hola, amigo Paco. tal vez algún día llegue a entender el mundo de la economía, y por tanto llegue a entender la bolsa. Mientras tanto seguiré sin enterderla...felizmente.
Tampoco te creas que es un tema que a mí me interese. Lo que sí es de mi interés son las consecuencias malévolas de ciertas libertades que se toman los que viven en ese mundo...
El capitalismo ha vencido globalmente. El comunismo ha tirado la toalla.Esto es así, hay que aceptarlo y adaptarse. Hace poco me encontré un viejo camarada, y me dijo, está claro, hemos perdido la guerra. Y yo le conteste: !Alegrate! si llegamos a ganar nosotros ... estaríamos mucho peor.
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