Siempre he sentido lástima por la figura de Satanás, y su leyenda me ha parecido todo un símbolo de rebeldía, manipulada después hasta desvirtuar por completo su verdadero significado. Los intereses de la Iglesia y de la clase social dominante han ido cogidos de la mano durante siglos, por lo que castigar al Arcángel rebelde y a sus seguidores ha sido una interesada manera de transmitir un serio aviso a los que se planteaban rebelarse contra la autoridad terrenal instituida.
El diablo ha sido con toda seguridad el mejor amigo que la Iglesia, y por ende el Poder en general, ha tenido a lo largo de siglos, porque ha sido un instrumento para mantener los status sociales imperantes más fácilmente. El temor siempre fue la mejor manera de imponer un credo, y la falsa doctrina de la existencia del Infierno y El Demonio ha dado mucho juego. Sin esta figura que representa el Mal con mayúsculas, las iglesias protestantes y católicas no tendrían nada con qué amedrentar o amenazar a sus seguidores.
‘Satanás es tentación’; ‘El Príncipe del Mal’; ‘Vicio y Corrupción’, dicen, a guisa de advertencia. Ceder a sus tentaciones es sufrir la condena eterna y asarse en el infierno. Resulta curioso investigar sobre la acepción semántica de la palabra Satanás. Originariamente significa ‘adversario’ u ‘oposición’. El mismo término ‘diablo’ viene del indio ‘devi’, que significa ‘dios’. Sorprendente, ¿verdad? Desde un punto de vista laico podríamos preguntarnos si esa figura no se utiliza para frustrar y condenar los instintos naturales del hombre: La ha sido aplicado el rol de malo simplemente porque representa los aspectos más carnales, terrenales y mundanos de la vida.
Satanás, demonio por excelencia del Mundo Occidental, era originalmente un ángel cuyo deber era informar a Dios de los delitos e iniquidades humanas. No fue hasta el Siglo XIV que empezó a ser representado como una deidad maligna, parte hombre y parte animal, con cuernos y cascos de cabra. Antes de que el Cristianismo le diera los nombres de Satanás, Lucifer, etc., la parte carnal de la naturaleza humana era regida por el dios llamado entonces Dionisos, o Pan, representado como un sátiro o fauno, por los griegos. Pan era originalmente ‘el tipo bueno’ y simbolizaba la fertilidad y la fecundidad. Pero con la llegada del cristianismo, el héroe del pasado se convirtió en el villano por excelencia del presente y el futuro.
Los primeros cristianos creían que las deidades Paganas eran demonios, y que invocarlos formaba parte de los rituales de la magia negra, que se contraponía a los milagros celestiales, considerados como magia blanca. Así que los viejos dioses no murieron, sino que fueron condenados directamente al infierno. Y con ellos los placeres antes venerados. Se necesitó muy poco para transformar los cuernos y pezuñas de Pan en un demonio la mar de convincente y si sus atributos eran convertidos a su vez en pecados, la transformación quedaba completada. Eso sí que fue un milagro.
La asociación de la cabra con el Diablo se encuentra en la Biblia Cristiana, donde el día más santo del año, el Día de la Expiación, era celebrado cargando de pecados a dos cabras, una como ofrenda al Señor y otra a Hazazel. La cabra que llevaba los pecados del pueblo era arrojada al desierto y se convertía en una ‘víctima propiciatoria’ (de ahí lo de chivo expiatorio). Éste es el origen de la cabra que aún hoy en día se usa en ceremonias de logias masónicas.
Todo príncipe ha de tener su corte, y el del mal también la tuvo: Así surgieron el resto de los demonios que le acompañan en el infierno. Supuestamente son espíritus malévolos con atributos que conducen a la perdición de las personas o eventos con los que tienen contacto. Pero, volviendo a los orígenes, la palabra griega ‘demon’ aludía a un espíritu guardián o fuente de inspiración, y para asegurarse, los teólogos, inventaron más tarde legión tras legión de éstos heraldos de la inspiración, todos malvados evidentemente. El catálogo de la manipulación ya estaba completo. Estremece pensar en la nómina de ser humanos que han sido víctimas de ella.
Lo asombroso es que la propia Iglesia ni siquiera imaginó que las artes contribuirían eficazmente a engrandecer el mito. El daño que han hecho en este sentido, primero la literatura y luego el cine ha sido incalculable, porque han contribuido como nadie a que ese Satanás símbolo de la maldad perdurase incluso en una sociedad cada vez más librepensadora y laicista.
El diablo ha sido con toda seguridad el mejor amigo que la Iglesia, y por ende el Poder en general, ha tenido a lo largo de siglos, porque ha sido un instrumento para mantener los status sociales imperantes más fácilmente. El temor siempre fue la mejor manera de imponer un credo, y la falsa doctrina de la existencia del Infierno y El Demonio ha dado mucho juego. Sin esta figura que representa el Mal con mayúsculas, las iglesias protestantes y católicas no tendrían nada con qué amedrentar o amenazar a sus seguidores.
‘Satanás es tentación’; ‘El Príncipe del Mal’; ‘Vicio y Corrupción’, dicen, a guisa de advertencia. Ceder a sus tentaciones es sufrir la condena eterna y asarse en el infierno. Resulta curioso investigar sobre la acepción semántica de la palabra Satanás. Originariamente significa ‘adversario’ u ‘oposición’. El mismo término ‘diablo’ viene del indio ‘devi’, que significa ‘dios’. Sorprendente, ¿verdad? Desde un punto de vista laico podríamos preguntarnos si esa figura no se utiliza para frustrar y condenar los instintos naturales del hombre: La ha sido aplicado el rol de malo simplemente porque representa los aspectos más carnales, terrenales y mundanos de la vida.
Satanás, demonio por excelencia del Mundo Occidental, era originalmente un ángel cuyo deber era informar a Dios de los delitos e iniquidades humanas. No fue hasta el Siglo XIV que empezó a ser representado como una deidad maligna, parte hombre y parte animal, con cuernos y cascos de cabra. Antes de que el Cristianismo le diera los nombres de Satanás, Lucifer, etc., la parte carnal de la naturaleza humana era regida por el dios llamado entonces Dionisos, o Pan, representado como un sátiro o fauno, por los griegos. Pan era originalmente ‘el tipo bueno’ y simbolizaba la fertilidad y la fecundidad. Pero con la llegada del cristianismo, el héroe del pasado se convirtió en el villano por excelencia del presente y el futuro.
Los primeros cristianos creían que las deidades Paganas eran demonios, y que invocarlos formaba parte de los rituales de la magia negra, que se contraponía a los milagros celestiales, considerados como magia blanca. Así que los viejos dioses no murieron, sino que fueron condenados directamente al infierno. Y con ellos los placeres antes venerados. Se necesitó muy poco para transformar los cuernos y pezuñas de Pan en un demonio la mar de convincente y si sus atributos eran convertidos a su vez en pecados, la transformación quedaba completada. Eso sí que fue un milagro.
La asociación de la cabra con el Diablo se encuentra en la Biblia Cristiana, donde el día más santo del año, el Día de la Expiación, era celebrado cargando de pecados a dos cabras, una como ofrenda al Señor y otra a Hazazel. La cabra que llevaba los pecados del pueblo era arrojada al desierto y se convertía en una ‘víctima propiciatoria’ (de ahí lo de chivo expiatorio). Éste es el origen de la cabra que aún hoy en día se usa en ceremonias de logias masónicas.
Todo príncipe ha de tener su corte, y el del mal también la tuvo: Así surgieron el resto de los demonios que le acompañan en el infierno. Supuestamente son espíritus malévolos con atributos que conducen a la perdición de las personas o eventos con los que tienen contacto. Pero, volviendo a los orígenes, la palabra griega ‘demon’ aludía a un espíritu guardián o fuente de inspiración, y para asegurarse, los teólogos, inventaron más tarde legión tras legión de éstos heraldos de la inspiración, todos malvados evidentemente. El catálogo de la manipulación ya estaba completo. Estremece pensar en la nómina de ser humanos que han sido víctimas de ella.
Lo asombroso es que la propia Iglesia ni siquiera imaginó que las artes contribuirían eficazmente a engrandecer el mito. El daño que han hecho en este sentido, primero la literatura y luego el cine ha sido incalculable, porque han contribuido como nadie a que ese Satanás símbolo de la maldad perdurase incluso en una sociedad cada vez más librepensadora y laicista.
4 comentarios:
La verdad estoy de acuerdo, pobre diablo. Es muy triste ver cómo por motivos de poder (político, religioso, o lo que sea) puede llegar a opacarse totalmente un sistema de creencias. Pensar en lo grandiosas que eran las antiguas deidades y en lo que acabaron convertidas. Y me parece triste porque esta sustitución de paradigmas no nos lleva a ningún progreso, al menos no ha sido así hasta ahora. En fin...
Hasta pronto.
Han sido tantos los mitos manipulados... La historia la escriben los vencedores, y la Iglesia ha salido ganando siempre en todas las batallas donde ha estado metida. Cuanto sufrimiento ha causado ese hecho.
Con diablo o sin él, no me negarán que sí existe el infierno particular de cada uno de nosotros...
Claro que existe el infierno, Ana. Está entre nosotros. Pero los únicos demonios que existen en él están en nuestra condición humana.
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