jueves, 31 de diciembre de 2009

UNA DEL OESTE




...Sol abrasador, llanura infinita, horizonte apenas moteado por arbustos moribundos. Botas de cuero gastado que hacen crujir la arena, levantan a cada paso una nubecita de polvo, y rompen las ramas que pisotean.

El hombre no tiene agua, ni siquiera conserva un pedazo de cecina. Ya no recuerda cuando perdió su sombrero, y en el tambor del revólver sólo queda una última bala. La piel se le abrasa, siente la lengua cuarteada. Se pregunta qué esperanzas tiene...

Mira hacia atrás, y contempla horrorizado que su perseguidor sigue su estela, implacable. No se da ninguna prisa, camina despacio, con el cubrepolvo ondeando al viento. Una mueca cruel que intenta ser una sonrisa adorna su cara:

-Aún estoy aquí- Parece decirle.

Detiene su huída con la vista nublada. Desesperado, saca su revólver y se lo coloca en la sien derecha. Una carcajada le llega como sonido de fondo, superponiéndose al aullido del viento. El dedo le tiembla sobre el gatillo...

¡BANG!
¡BANG¡
¡BANG!

El eco de los disparos ahuyenta a los cuervos, sólo sus graznidos rompen el silencio. El tiempo parece paralizarse mientras el hombre de negro se derrumba lentamente de espaldas...

Cae de rodillas. No entiende qué ha ocurrido. ¿Cómo puede ser que la última bala haya acabado con su perseguidor, después de haber fracasado tantas veces anteriormente? Pero sólo tenía una bala, y aún se escucha el eco de tres disparos repercutiendo en las colinas...

El hombre de negro se incorpora y le guiña un ojo:

-¿Creías que esto acabaría bien para ti? ¿Cómo puedes ser tan estúpido en pensar que podrías derrotarme? Sólo ha sido una ilusión, imbécil. Algo que suelo hacer a veces para divertirme. . . Prometí que haría sangrar tu alma y ahora cumplo mi promesa.

Siente un profundo dolor en el pecho, lugar hacia donde dirige sus manos. Una rosa roja se le dibuja en la mugrienta camisa. La sangre brota a borbotones mientras siente cómo la vida se le escapa entre los dedos...

La cámara se aleja mientras la música sigue in crescendo para subrayar el dramatismo de la escena del duelo final... Luego, un fundido en negro y las palabras the end se superponen en la pantalla.

Encienden las luces de la sala. El niño, que ha asistido entusiasmado a la proyección de su enésima película del oeste, arde ya en deseos de salir a la calle para acabar con todos los pistoleros imaginarios que se le ocurran...


Al western, el género cinematográfico que le enseñó a aquél niño a amar el cine...




Y como regalo, Dean Martin, Rickie Nelson y el gran Walter Brennan en 'Río Rojo'

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