Imagen: Viñeta de 'El Roto'
La crisis: Todo el mundo habla de ella, así que resultaba inevitable que aquí también apareciera alguna referencia. Pero como otros más preparados nos bombardean constantemente con sesudos análisis sobre sus causas y consecuencias (siempre a toro pasado, porque nadie nos avisó de lo que se nos venía encima), intentemos aportar algún punto de vista particular sobre el tema, que se aleja de las grandes cifras y nos acerca a la realidad de lo que está sucediendo en el día a día en las relaciones entre los colectivos de trabajadores y las empresas.
No puedo dejar de albergar la sospecha de que al sistema en que vivimos le interesa muchísimo que se produzca una buena crisis de vez en cuando. Porque es el momento adecuado para reconducir las cosas en el terreno de los avances sociales y los derechos adquiridos por los trabajadores. Es por ello que este tipo de conflictos se desarrollan paralelamente en dos realidades: La económica y la sicológica. El primer efecto colateral del conflicto es el miedo y cómo las empresas se aprovechan de ese sentir que se instala en la conciencia y el alma de los trabajadores.
No puedo dejar de albergar la sospecha de que al sistema en que vivimos le interesa muchísimo que se produzca una buena crisis de vez en cuando. Porque es el momento adecuado para reconducir las cosas en el terreno de los avances sociales y los derechos adquiridos por los trabajadores. Es por ello que este tipo de conflictos se desarrollan paralelamente en dos realidades: La económica y la sicológica. El primer efecto colateral del conflicto es el miedo y cómo las empresas se aprovechan de ese sentir que se instala en la conciencia y el alma de los trabajadores.
Si en épocas de bonanza económica hay que tragar muchos sapos y culebras para conservar el puesto de trabajo, ahora mismo produce consternación y rabia infinitas lo que sucede: Congelación se salarios; amenaza de despidos si no se aumenta la productividad; realización de tareas no acordes con la calificación laboral; retiros anticipados; expedientes de regulación de empleo que, como poco, originan numerosas dudas...
Se ha producido un significativo cambio en los comportamientos de la clase trabajadora, e incluso los más concienciados se ven obligados a bajar la cabeza bajo la amenaza constante de la Espada de Damocles del despido. No deberíamos olvidar que nuestro puesto de trabajo no es un regalo que nos hace la empresa, porque igual que nosotros lo necesitamos para llevar un sueldo a casa, le somos imprescindibles para producir. Es una verdad de Perogrullo, que algunos olvidan demasiado a menudo. Pero no debería caer en el saco del olvido que los avances sociales también son un signo de modernidad y se han conseguido con el sacrificio de muchos de los que nos han precedido. Tampoco permitirse que determinados empresarios aprovechen la coyuntura para hacer tabla rasa y volver a épocas felizmente superadas.
La crisis tiene también otro efecto perverso entre la población en general: Por un lado se congelan los salarios con el pretexto de controlar el IPC (Índice de Precios al Consumo) lo que trae como consecuencia inmediata la caída en barrena de nuestro poder adquisitivo. Pero al mismo tiempo se nos bombardea con el amenazador mensaje de que es necesario consumir, porque de no hacerlo, el sistema acabará por derrumbarse. Es una contradicción tan perversa que, por un lado nos advierten contra el excesivo endeudamiento del personal, y por otro nos arrojan a la cara los despidos masivos que se están produciendo al no poder las grandes marcas vender los nuevos productos que necesitan lanzar al mercado para no colapsarse. Resulta ser la mayor de las contradicciones de este maldito sistema en que nos vemos en la obligación de sobrevivir.
Y por último, no puede uno dejar de preguntarse a dónde habrán ido a parar los altísimos beneficios que durante la bonanza económica de los últimos años han llenado los bolsillos de algunos. ¿No resulta raro que se pase de puntillas por la cuestión sangrante de los Paraísos Fiscales? Quizás sea porque hay intereses muy poderosos que presionan para que correr un tupido velo. Pero es que uno es muy mal pensado, que quieren que les diga...
La crisis tiene también otro efecto perverso entre la población en general: Por un lado se congelan los salarios con el pretexto de controlar el IPC (Índice de Precios al Consumo) lo que trae como consecuencia inmediata la caída en barrena de nuestro poder adquisitivo. Pero al mismo tiempo se nos bombardea con el amenazador mensaje de que es necesario consumir, porque de no hacerlo, el sistema acabará por derrumbarse. Es una contradicción tan perversa que, por un lado nos advierten contra el excesivo endeudamiento del personal, y por otro nos arrojan a la cara los despidos masivos que se están produciendo al no poder las grandes marcas vender los nuevos productos que necesitan lanzar al mercado para no colapsarse. Resulta ser la mayor de las contradicciones de este maldito sistema en que nos vemos en la obligación de sobrevivir.
Y por último, no puede uno dejar de preguntarse a dónde habrán ido a parar los altísimos beneficios que durante la bonanza económica de los últimos años han llenado los bolsillos de algunos. ¿No resulta raro que se pase de puntillas por la cuestión sangrante de los Paraísos Fiscales? Quizás sea porque hay intereses muy poderosos que presionan para que correr un tupido velo. Pero es que uno es muy mal pensado, que quieren que les diga...
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