De improviso, decidió abandonar aquél lugar. Llevaba allí demasiado tiempo, y tenía necesidad de conocer nuevos horizontes. Como hacía siempre, recogió su mochila, colocó algunos recuerdos en su interior y salió a la calle sin despedirse de nadie, en completo silencio, en la más absoluta clandestinidad. No echó ni una sola vez la vista atrás mientras se alejaba con paso rápido, porque sabía que ninguno de sus conocidos echaría en falta su presencia. Siempre se sintió una incomprendida y desde que podía recordar, nadie había entendido su visión de la vida.
Ni siquiera se había planteado cual sería su próxima parada. Era ya perra vieja como para no saber que el lugar era lo de menos: la historia es como una rueda de acontecimientos que giran sin cesar, repitiendo constantemente inicios y finales por todos conocidos. Un nuevo sitio, otras gentes, y corazones para conquistar. Se abrirán nuevas puertas, pero sabe de antemano que a no pasar mucho tiempo desearán cerrarse en su cara de golpe.
Era su destino. Otros prometen a la humanidad historias llenas de ternura, vidas en que la risa se convierte en banda sonora, magia donde la flor de la esperanza se abre. Ella era el reverso, el lado que ningún ser humano desea conocer de cerca. Eran muy pocos los capaces de mirarla de frente: Todos aceleraban el paso al cruzarse, intentando escapar sin saber que es imposible la huida: Una vez ha escogido un corazón, no hay vuelta atrás. Pero lo que no entienden es la importancia que tiene su existencia para aprender a valorar las cosas buenas que también la vida ofrece. Ciclos. De eso se trataba: Lo positivo y lo negativo se complementan para conformar las dos caras de la misma moneda.
Pero lo más importante y lo que la distanciaba definitivamente de la gente, era la incapacidad que mostraban para comprender que su naturaleza era vagar por el mundo sin echar raíces, y que aborrecía quedarse mucho tiempo con la misma persona. Sencillamente venía sin avisar, y de la misma manera se iba. Nunca era la causa, sino la consecuencia. Lo curioso es que a menudo se topaba con algunos que parecían encantados con ella. Se le aferraban con complacencia, aunque no se llamaba a engaño: Sabía de sobra que era por falta de estado de ánimo para superar las dificultades y seguir adelante. Bastaba tener un poco de paciencia, reflexionar acerca de las causas de su visita y dejar atrás pesadas cargas que dificultan el camino hacia el futuro. Era suficiente para dar por terminada su labor y conseguir que se fuera. Pero a veces ni eso eran capaces de darle. Que difícil es lograr entender los entresijos del alma humana.
La conocían desde siempre, pero eso no parecía bastar para lograr un mínimo entendimiento con ellos. Por odiar, hasta aborrecían el nombre que un día le pusieron: La llamaban Tristeza...
Ni siquiera se había planteado cual sería su próxima parada. Era ya perra vieja como para no saber que el lugar era lo de menos: la historia es como una rueda de acontecimientos que giran sin cesar, repitiendo constantemente inicios y finales por todos conocidos. Un nuevo sitio, otras gentes, y corazones para conquistar. Se abrirán nuevas puertas, pero sabe de antemano que a no pasar mucho tiempo desearán cerrarse en su cara de golpe.
Era su destino. Otros prometen a la humanidad historias llenas de ternura, vidas en que la risa se convierte en banda sonora, magia donde la flor de la esperanza se abre. Ella era el reverso, el lado que ningún ser humano desea conocer de cerca. Eran muy pocos los capaces de mirarla de frente: Todos aceleraban el paso al cruzarse, intentando escapar sin saber que es imposible la huida: Una vez ha escogido un corazón, no hay vuelta atrás. Pero lo que no entienden es la importancia que tiene su existencia para aprender a valorar las cosas buenas que también la vida ofrece. Ciclos. De eso se trataba: Lo positivo y lo negativo se complementan para conformar las dos caras de la misma moneda.
Pero lo más importante y lo que la distanciaba definitivamente de la gente, era la incapacidad que mostraban para comprender que su naturaleza era vagar por el mundo sin echar raíces, y que aborrecía quedarse mucho tiempo con la misma persona. Sencillamente venía sin avisar, y de la misma manera se iba. Nunca era la causa, sino la consecuencia. Lo curioso es que a menudo se topaba con algunos que parecían encantados con ella. Se le aferraban con complacencia, aunque no se llamaba a engaño: Sabía de sobra que era por falta de estado de ánimo para superar las dificultades y seguir adelante. Bastaba tener un poco de paciencia, reflexionar acerca de las causas de su visita y dejar atrás pesadas cargas que dificultan el camino hacia el futuro. Era suficiente para dar por terminada su labor y conseguir que se fuera. Pero a veces ni eso eran capaces de darle. Que difícil es lograr entender los entresijos del alma humana.
La conocían desde siempre, pero eso no parecía bastar para lograr un mínimo entendimiento con ellos. Por odiar, hasta aborrecían el nombre que un día le pusieron: La llamaban Tristeza...
No hay comentarios:
Publicar un comentario