Continuaba el calor, a pesar de la hora. Era una tarde interminable de verano, de esas en las que el día se resiste a cederle el testigo a la oscuridad. Abrió los ojos y se dio cuenta de que no quedaba nadie en la piscina. Disfrutaba enormemente de aquellos ratos en que todo el recinto, hacía poco lleno de gente y ruidos, parecía esmerarse en satisfacer sus ansias de paz. Un leve rumor de músicas llegaba de alguna parte. Se desperezó e hizo el esfuerzo de acercarse lentamente al agua. Se dejó caer y por un instante permaneció sumergido, los ojos cerrados, agudizada la sensación de estar liberado de las ataduras del invierno.
Al volver a la superficie la descubrió, tumbada junto a una palmera solitaria, en el pequeño jardín que daba acceso a lo que debía ser su apartamento. Estaba acompañada de un libro, lo que parecía ser una botella de vino puesta a enfriar y algo de fruta.
Ella parecía no haberlo visto, ensimismada en la lectura. Nadó hasta aquél extremo de la piscina, procurando no llamar la atención y así poder observarla más de cerca. Parecía un regalo de los dioses, hermosa en aquél bikini negro que tan bien resaltaba su figura. La vio dejar el libro, coger una manzana y al dar el primer mordisco, sobresaltarse con su presencia. Pero enseguida una sonrisa asomó en su cara, lo que le insufló ánimos para saludarla.
-Bonita tarde, ¿verdad?
-Magnífica. Ahora es cuando mejor se está- contestó ella.
-Sí, es cuando aprovecho para venir a la piscina- dijo él. –Y el agua está genial.
-¿De verdad? Confiaré en ti, y me animo...
Se recogió el pelo en una coleta, se acercó resuelta y de un salto limpio, entró en el agua.
-Hola, me llamo R, le dijo.
-Encantado. Soy M. ¿Hace mucho que estás por aquí?- preguntó, señalando el complejo de apartamentos...
-Es el primer día. Prácticamente acabo de llegar.
-Pues me alegro.
-¿De qué?
-De que lo hayas hecho.
-Ah, pues que bien. ¿Y eso por qué, si puede saberse?
- Pues... digamos que así la palmera no se sentirá tan sola.
Se miraron. Sonrieron. Él pudo comprobar que aquellos ojos marrones ejercían una atracción aún mayor que la fuerza gravitatoria de un agujero negro. Sus planes habían sido pasar unos días tranquilos, sin compañía, en pleno ejercicio de relajación física y mental, pero...
-He visto que tienes vino fresco. Yo tengo comida preparada en la nevera...
-¿Si? ¿Estás proponiendo algo?
-Una cena en plan picnic. Ahí mismo, junta a la palmera. Y así te puedo recomendar un par de sitios para que conozcas... Anda, por favor... Llevo tres días sin hablar con nadie.
- Está bien, pero sólo cenar. No te estés haciendo ideas raras, que casi ni nos conocemos.
-De acuerdo. Voy a por las cosas.
Cuando hubo recorrido un par de pasos, se paró, volvió la vista atrás y se arriesgó...
-En cuanto a lo de no conocernos... Igual podemos darnos una oportunidad para solucionarlo.
Por un momento, pensó que había arriesgado demasiado. Ella se le quedó mirando muy seria, pero al cabo volvió a sonreír, acompañándose con un gesto de duda...
-Quién sabe. Lo que tenga que ser, será...
Al volver a la superficie la descubrió, tumbada junto a una palmera solitaria, en el pequeño jardín que daba acceso a lo que debía ser su apartamento. Estaba acompañada de un libro, lo que parecía ser una botella de vino puesta a enfriar y algo de fruta.
Ella parecía no haberlo visto, ensimismada en la lectura. Nadó hasta aquél extremo de la piscina, procurando no llamar la atención y así poder observarla más de cerca. Parecía un regalo de los dioses, hermosa en aquél bikini negro que tan bien resaltaba su figura. La vio dejar el libro, coger una manzana y al dar el primer mordisco, sobresaltarse con su presencia. Pero enseguida una sonrisa asomó en su cara, lo que le insufló ánimos para saludarla.
-Bonita tarde, ¿verdad?
-Magnífica. Ahora es cuando mejor se está- contestó ella.
-Sí, es cuando aprovecho para venir a la piscina- dijo él. –Y el agua está genial.
-¿De verdad? Confiaré en ti, y me animo...
Se recogió el pelo en una coleta, se acercó resuelta y de un salto limpio, entró en el agua.
-Hola, me llamo R, le dijo.
-Encantado. Soy M. ¿Hace mucho que estás por aquí?- preguntó, señalando el complejo de apartamentos...
-Es el primer día. Prácticamente acabo de llegar.
-Pues me alegro.
-¿De qué?
-De que lo hayas hecho.
-Ah, pues que bien. ¿Y eso por qué, si puede saberse?
- Pues... digamos que así la palmera no se sentirá tan sola.
Se miraron. Sonrieron. Él pudo comprobar que aquellos ojos marrones ejercían una atracción aún mayor que la fuerza gravitatoria de un agujero negro. Sus planes habían sido pasar unos días tranquilos, sin compañía, en pleno ejercicio de relajación física y mental, pero...
-He visto que tienes vino fresco. Yo tengo comida preparada en la nevera...
-¿Si? ¿Estás proponiendo algo?
-Una cena en plan picnic. Ahí mismo, junta a la palmera. Y así te puedo recomendar un par de sitios para que conozcas... Anda, por favor... Llevo tres días sin hablar con nadie.
- Está bien, pero sólo cenar. No te estés haciendo ideas raras, que casi ni nos conocemos.
-De acuerdo. Voy a por las cosas.
Cuando hubo recorrido un par de pasos, se paró, volvió la vista atrás y se arriesgó...
-En cuanto a lo de no conocernos... Igual podemos darnos una oportunidad para solucionarlo.
Por un momento, pensó que había arriesgado demasiado. Ella se le quedó mirando muy seria, pero al cabo volvió a sonreír, acompañándose con un gesto de duda...
-Quién sabe. Lo que tenga que ser, será...
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