sábado, 23 de junio de 2007

NOCHE DE SAN JUAN

Llega el solsticio de verano. La noche más corta y hermosa del año. El cristianismo supo aprovechar las tradiciones ancestrales de las sociedades tribales europeas para bautizarlas y llevarlas a su terreno evangelizador. No crean que fue un proceso fácil para los que se negaron a aceptarlo. No existen estadísticas fiables, pero un buen número de los que se opusieron al proceso acabó en hogueras como las que ahora iluminan la que conocemos como Noche de San Juan. Afortunadamente, la furia de la purificación eclesiástica no pudo acabar del todo con tradiciones milenarias (sobre todo en las sociedades que hasta muy poco eran básicamente rurales), y se mantuvieron vivas hasta llegar a nosotros.
Son ritos que tienen que ver con la suerte, con el amor, con quemar lo negativo, con la esperanza de un mejor futuro... Y en los que intervienen la magia ancestral del mar, la luna, algunas especies vegetales, determinados lugares que la tradición ha colmado de magia simbólica. Los recuerdos de noches como esta vienen de la mano de una infancia en que el asfalto y el cemento aún no lo habían absorbido todo. El afán de poseer la mejor y más grande hoguera, vaciando desvanes y limpiando barrancos de lo inservible para apilarlos en una pirámide de deshechos, coronada por una especie de muñegote, San Juanito, fantoche que simbolizaba los males que serían devorados por las llamas. Afortunadamente, aún perdura la tradición y se siguen viendo las llamas en descampados que se han salvado de la furia constructora.
Erijamos para esta noche nuestra particular hoguera virtual. Tendríamos unos cuantos elementos negativos que quemar, a estas alturas de la historia. Basta con echar una mirada a determinados periódicos, o atender las soflamas de algunos tertulianos y la lista se elabora en un instante. Podríamos fabricar nuestro San Juanito con unos cuantos personajes, profesionales del enfrentamiento y de alimentar bajas pasiones, refractarios de siempre al avance en medidas sociales capaces de crear una sociedad más justa e igualitaria para todos. No busquen oscuras razones en la propuesta. En realidad son dos y muy simples: Por lo inmensa, extraordinariamente pelmazos que son; y para que podamos al fin respirar tranquilos sin su presencia.

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