Se fue despertando poco a poco. A medida que la claridad llegaba, se iban haciendo realidad las siluetas de las cosas. Sabía que aún era pronto y estiró la mano. Allí estaba ella y se encontró de nuevo con su piel desnuda. La acarició suavemente sintiendo de nuevo la maravillosa sensación que lograba transmitirle...
La tarde anterior habían estado paseando por el parque. Hablaron mucho, trazaron planes, se habían contado todo lo que aún quedaba por contar, hasta que decidieron transformar la tristeza en una conjunción de pasiones. Allí, como anticipo de lo que iba a ser la obligada despedida, decidió regalarle un cuaderno en blanco, con una pequeña dedicatoria. Hizo hincapié en que quería que fuese una prolongación suya, si ella decidía usarlo para escribir sus historias, sus sueños, o incluso, utilizarlo como una especie de diario.
-Lo que sea, mientras te sirva de compañía, mientras pueda convertirse en un instrumento que te ayude a combatir esa soledad que siempre sientes-.
Ella se lo agradeció con una sonrisa triste y una mirada tierna.Y ahora, mientras la sentía aún dormida, intentaba encontrar respuestas que escapaban por las rejillas del destino. Escuchó su respiración pausada y notó como sus labios somnolientos contestaron a su búsqueda de ternura. Aún no se había ido y ya sentía que la echaba de menos.
Se obligó a levantarse, y un rayo de sol osó saludarlo. Ella seguía dormida. Recogió su ropa, su pequeña maleta de viaje, y mientras atravesaba la puerta, pensó que era mejor irse así, evitando la angustia de la despedida. Al cerrar sabía que le acompañaban un montón de recuerdos que se acurrucarían en su almohada cada noche, le harían muecas burlonas al olvido y saludarían cada vez que contemplase alguna foto de aquellos días.
Mientras se alejaba, sonó un despertador y al momento escuchó sus pasos en el pasillo… Al girarse, vio que efectivamente era ella que se acercaba rápidamente. En la mano traía el cuaderno, y se echó literalmente en sus brazos mientras llorando le decía:
La tarde anterior habían estado paseando por el parque. Hablaron mucho, trazaron planes, se habían contado todo lo que aún quedaba por contar, hasta que decidieron transformar la tristeza en una conjunción de pasiones. Allí, como anticipo de lo que iba a ser la obligada despedida, decidió regalarle un cuaderno en blanco, con una pequeña dedicatoria. Hizo hincapié en que quería que fuese una prolongación suya, si ella decidía usarlo para escribir sus historias, sus sueños, o incluso, utilizarlo como una especie de diario.
-Lo que sea, mientras te sirva de compañía, mientras pueda convertirse en un instrumento que te ayude a combatir esa soledad que siempre sientes-.
Ella se lo agradeció con una sonrisa triste y una mirada tierna.Y ahora, mientras la sentía aún dormida, intentaba encontrar respuestas que escapaban por las rejillas del destino. Escuchó su respiración pausada y notó como sus labios somnolientos contestaron a su búsqueda de ternura. Aún no se había ido y ya sentía que la echaba de menos.
Se obligó a levantarse, y un rayo de sol osó saludarlo. Ella seguía dormida. Recogió su ropa, su pequeña maleta de viaje, y mientras atravesaba la puerta, pensó que era mejor irse así, evitando la angustia de la despedida. Al cerrar sabía que le acompañaban un montón de recuerdos que se acurrucarían en su almohada cada noche, le harían muecas burlonas al olvido y saludarían cada vez que contemplase alguna foto de aquellos días.
Mientras se alejaba, sonó un despertador y al momento escuchó sus pasos en el pasillo… Al girarse, vio que efectivamente era ella que se acercaba rápidamente. En la mano traía el cuaderno, y se echó literalmente en sus brazos mientras llorando le decía:
- Gracias. Por esto, por nosotros, por todo…-
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