Amanece. El barrio, la ciudad, se despierta como siempre. El gato maúlla, pareciendo que no entiende tu ausencia, que se haya cortado la fina cuerda que te ataba a la vida. Siento que esta casa ya no es mía. Le falta el calor de tu presencia y todo se me antoja extraño. Las cosas que compartimos siguen ahí: el sofá, las fotos, las mesas, los cuadros, pero lo cotidiano cada vez está más lejos, casi atravesando la franja del olvido. Desde hace exactamente diez días, los mismos que intento resistir tu partida. Me he dado cuenta de que echo de menos tu imagen, pero sobre todo los espacios comunes. Es terrible cuando en algún recodo de lo que fue nuestro hogar, me sobreviene el recuerdo de un momento íntimo, del beso de buenos días, del eco de tu risa que alegraba mis oídos. Temo acercarme a nuestra cama, que aún huela a ti, que añore también el cuerpo que no volverá a acostarse en ella...
Cuando estoy tan saturado que parece faltarme el aire, huyo en busca del terreno neutral que es la calle, para descubrir que ese escenario es una prolongación de la agonía. ¿Sabes? La plaza ya no es la misma, las aceras parecen magulladas y los rostros y las palabras me llegan de mucho más lejos. Solíamos sentarnos en aquél banco, soñando con una vejez juntos, recordando pasajes añejos de nuestra pequeña historia. Ahora que, en un descuido te has ido, me asalta tu sonrisa cuando intentabas hacerme ver la belleza de las ciencias, a mí que te miraba desde mi atalaya de letras puras... Cómo me gustaba tu diferencia. Hacía que valorásemos aún más nuestros puntos de encuentro. Intento no pensar en que nunca más podré verte llegar, asomado a la ventana...
Ayer intenté ver de nuevo “Tú y yo”, la hermosa historia de amor que viven Cary Grant y Deborah Kerr, y aquél momento en que él la espera en el Empire State sin saber que ella no vendrá a causa del accidente... Sin darme cuenta, tenía los pañuelos de papel en la mano, como siempre hacía para enjugar las lágrimas que derramabas en ese pasaje de la película. No pude acabarla. Ahora sólo tengo palabras para rendir tributo a la memoria mientras amanezco en esta casa y en tu ausencia.
Cuando estoy tan saturado que parece faltarme el aire, huyo en busca del terreno neutral que es la calle, para descubrir que ese escenario es una prolongación de la agonía. ¿Sabes? La plaza ya no es la misma, las aceras parecen magulladas y los rostros y las palabras me llegan de mucho más lejos. Solíamos sentarnos en aquél banco, soñando con una vejez juntos, recordando pasajes añejos de nuestra pequeña historia. Ahora que, en un descuido te has ido, me asalta tu sonrisa cuando intentabas hacerme ver la belleza de las ciencias, a mí que te miraba desde mi atalaya de letras puras... Cómo me gustaba tu diferencia. Hacía que valorásemos aún más nuestros puntos de encuentro. Intento no pensar en que nunca más podré verte llegar, asomado a la ventana...
Ayer intenté ver de nuevo “Tú y yo”, la hermosa historia de amor que viven Cary Grant y Deborah Kerr, y aquél momento en que él la espera en el Empire State sin saber que ella no vendrá a causa del accidente... Sin darme cuenta, tenía los pañuelos de papel en la mano, como siempre hacía para enjugar las lágrimas que derramabas en ese pasaje de la película. No pude acabarla. Ahora sólo tengo palabras para rendir tributo a la memoria mientras amanezco en esta casa y en tu ausencia.
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