¿Que se hizo de aquellos gestos
que brindarían cariño y ternura
y acabaron siendo indiferencia?
Ocasiones dilapidadas lastimosamente
que pudieron ser la ayuda, el bálsamo
que aliviara las penas de un amigo:
una caricia, una señal solidaria,
perdida en ese agujero negro
que va formando en nuestra alma
el terrible virus del egoísmo.
¿Qué se hizo de aquél beso
que se quedó en nuestros labios
temiendo la reacción que provocara?
Oportunidad que se quedó en nada
porque a veces permitimos
que sea la cobardía la que indique
el camino de nuestra propia frustración.
Será tarde cuando aprendamos
la equivocación de haber perdido
por no salirnos del guión marcado.
¿Qué se hizo de aquellas palabras
que llegaron jadeantes a nuestra boca
y siguieron su camino hacia el vacío?
Nuestro castigo será sufrir la duda,
si las habrían escuchado con agrado,
y en cambio las perdimos para siempre
acaban transformadas en fantasmas
implorando que alguien les conceda
una oportunidad de redención
que logre rescatarlas del olvido.
¿Por qué tanta aprensión al fracaso,
ese miedo al qué dirán los demás,
el temor a arriesgar lo que nos sojuzga,
tanto prejuicio que nos impide vivir?.
El tiempo, nuestro más cruel enemigo,
seguro que se encarga de hacérnoslo pagar.
que brindarían cariño y ternura
y acabaron siendo indiferencia?
Ocasiones dilapidadas lastimosamente
que pudieron ser la ayuda, el bálsamo
que aliviara las penas de un amigo:
una caricia, una señal solidaria,
perdida en ese agujero negro
que va formando en nuestra alma
el terrible virus del egoísmo.
¿Qué se hizo de aquél beso
que se quedó en nuestros labios
temiendo la reacción que provocara?
Oportunidad que se quedó en nada
porque a veces permitimos
que sea la cobardía la que indique
el camino de nuestra propia frustración.
Será tarde cuando aprendamos
la equivocación de haber perdido
por no salirnos del guión marcado.
¿Qué se hizo de aquellas palabras
que llegaron jadeantes a nuestra boca
y siguieron su camino hacia el vacío?
Nuestro castigo será sufrir la duda,
si las habrían escuchado con agrado,
y en cambio las perdimos para siempre
acaban transformadas en fantasmas
implorando que alguien les conceda
una oportunidad de redención
que logre rescatarlas del olvido.
¿Por qué tanta aprensión al fracaso,
ese miedo al qué dirán los demás,
el temor a arriesgar lo que nos sojuzga,
tanto prejuicio que nos impide vivir?.
El tiempo, nuestro más cruel enemigo,
seguro que se encarga de hacérnoslo pagar.
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