domingo, 25 de marzo de 2007

MI PLAYA

Siempre he sentido que no hay mejor sitio para estar que en una playa. Y no hay mejor playa que la mía, al menos para mí, claro. No importa su nombre y aunque importase, no pienso decirlo porque cuanta menos gente la conozca, mejor. Acoge en si misma un montón de paisajes, tantos como horas tiene el día, formas en que se presenta el clima o estaciones en que se disfraza el año.
Se llena de gente en verano, con familias enteras recargando baterías tumbadas al sol desprendiendo los aromas exóticos de los protectores solares y sonando la música rapera siempre subida de volumen de las pandillas adolescentes. Pero también está la del resto del año en que apenas puede verse algún bañista osado, pero si gente mayor dando sus paseos diarios y deportistas corriendo por la arena o nadando vigorosamente embutidos en sus trajes de neopreno. Es cuando los asiduos, los que realmente la amamos, disfrutamos con sus lluvias de marzo y el solajero de casi siempre. Los domingos acude más gente deseosa de rayos de sol, practicar deporte, una tertulia en la arena, un lugar de meditación o simplemente repasar los diarios o enfrascarse en el libro que mantiene ocupado su interés de lector.
Todo ello bajo la vigilia silenciosa de las barcas de pescadores, testigos impagables de los buenos momentos que nos regala un lugar como ese. En mi playa puedes enamorarte, llorar en la arena tus penas, abandonarte al placer de ser acariciado por la espuma del mar, o sufrir los embates del viento cuando le hace una visita... Es un reducto de belleza y bienestar, una fuente de salud física y mental. Y un inmejorable marco de amor para las parejas que se acercan por la noche ebrias de ternura y deseo...
Me gusta comprobar el efecto que causa en los visitantes de fuera. Sobre todo los europeos del norte, que llegan huyendo de su gélido invierno y la miran como un tesoro que quizás los lugareños no valoramos como se merece. Yo sí. Porque en ella me he divertido, he acariciado, he llorado, he disfrutado como un niño de todos los dones que, generosa, nos brinda. Imagino que mucha gente la considera como suya. Yo también. Les aseguro que la llevo muy adentro y que así va a ser mientras viva.

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