Dejamos que la vida
nos metiera en su jaula.
Cesamos de ser
flechas apuntando,
precisas, decididas,
al corazón del cielo.
Sin saber lo que era,
perdimos lo más noble,
la fe, la compasión.
La justa indignación
de quien es puro.
(Muere aquel que no vive
dispuesto a darlo
todo en un instante).
Y a partir
de ese momento
vivir es aceptar
que nos vencieron.

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