Trabajaste de camarera
para pagarte los estudios.
Trabajaste de camarera
mientras esperabas
que saliera algo de lo tuyo.
Y hoy, que por fin
te han concedido una beca
para currar de ingeniera,
trabajas además
los fines de semana
en un bar de copas
para llegar a fin de mes
porque te pagan una miseria.
No cabe en este poema
la esperanza que
de vez en cuando brilla
en tus pendientes.
Tampoco el calor
y la belleza de tu cielo
poblado por las aves
que huyen de ese vacío
con el que han llenado
tu joven existencia.
Más aún cuando
tienes que escuchar
que los jóvenes de ahora
son una generación de cristal,
que se quejan por todo
y no son capaces
de esforzarse por nada.

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