Escucha:
el lenguaje hace todo
lo que puede.
Yo hablo
la gata maulla
y entre los árboles
cambiantes
murmuran abejas tardías,
ambiguas como voces
que apenas llegan
desde el cuarto de al lado.
Luego
los consuelos
del silencio.
Las noches pasan lento.
Doy vuelta
a sus pesadas páginas
una por una
humedeciéndome
el dedo índice
como hacía mi abuelo
con ganas de cerrar
el libro del dolor.
Las tardes huelen a otoño
con las primeras lluvias.
Ya hay hojas casi sueltas
en las ramas,
pliegos chiquitos
que transportan
los mensajes de siempre
cada año.
Las penas del mundo
casi se resumen en una,
yo intento hamacar
las mías como al niño
que te agarra una mano
buscando consuelo
y protección
mientras las luces de la calle
van floreciendo
en el tallo oscuro
del atardecer.

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