Todo es de polvo,
soledad y ausencia.
Todo es de niebla,
oscuridad y miedo.
Todo es de aire,
balanceo inútil,
sobre la tierra.
Manos vacías
que acarician viento,
ojos que miran
sin saberse ciegos,
pies que caminan
sobre el mismo trecho
siempre de nuevo.
Vemos sin ver
y en la tiniebla estamos.
Somos y somos
lo que no sabemos.
Hay en nosotros
de la llama viva
sólo un reflejo.
Caen los días
en otoño eterno.
Pasan las cosas
entre sueño y sueño.
Llega la noche
de la muerte.
Y calla nuestro silencio.
Si te sientes así,
este poema es tuyo
y debes saberlo:
Donde quiera que estés,
puedes buscarme
porque eres de los míos,
porque yo te quiero.
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