El sol también alumbra
el anverso de la piedra,
la parte interior
de la cáscara,
la semiesfera oculta del ojo.
Desentraña todo aquello
que tiene masa
y ocupa un volumen
pero que no puedo
detectar con la retina.
Ilumina también
a lo que se escapa
del rango óptico,
enciende la contradicción
de tener ojos y no ver.
Clarifica lo que emite
fotones a los que
nuestra pupila
no es sensible.
Ojalá me permitiera ver
el nacimiento de las estrellas,
la expansión del universo,
una lengua
anticipándose a la mía.
Le pido, por favor,
que siga iluminando
lo que jamás podré ver.
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