Hoy me tumbé un rato
en la cama
después del mediodía.
Hoy fui una curva
embolsada,
un capullo en el buen
sentido del término
dejándome endormecer
por el aire de la siesta
que el ventilador enviaba
mientras el silencio
se escondía
detrás de la ventana.
Entrecerré los ojos
y sentí que todo
estaba en su sitio:
mi libreta,
mis pies descalzos,
mis gafas de lectura,
mis bienvenidas y adioses,
mis amores y desamores,
la manchita de quemadura
que me hice en la mano
el otro día en la cocina,
algunas cicatrices
que quedan como restos
de las heridas curadas,
mi lunar de siempre,
isla de algún
archipiélago ignoto
donde, a veces,
reino de a ratos.
Yo otra vez, a cubierto
de las frustraciones.
Yo, lleno de paz,
feto de la siesta
en el vientre del mundo.
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