En Gaza
cada cumpleaños
es un año más
que no has muerto,
no un año más
que has vivido.
La lluvia de sangre
mata la sed de los árboles.
En Gaza,
el abrazo de despedida
es más largo,
ya que nunca se sabe
si es la última vez.
Mueren para que
las fábricas de armas
lleguen a su objetivo
de ventas.
Mueren para que gente
de otros países
se sientan afortunados
por no haber nacido allí.
Solo son números:
redondeables,
olvidables
e ignorables.
Mueren a veces
sin darse cuenta,
como un árbol
que crece en una
tierra baldía,
como un corazón
que no escucha
“te quiero”
en su idioma materno.
Mueren como alguien
que no sabe nadar,
como el sol,
triste,
sangrante,
a diario.
Este mundo no fue
creado para ellos.
Son historias cortas
Para vivir un poco,
mueren muchas veces.
En Gaza
siembran esperanza
y cosechan muerte.
Siembran sueños
y cosechan muerte.
No siembran nada…
y cosechan muerte.
Ven la muerte
al fondo de las tazas,
ven la muerte
en los espejos,
cierran los ojos…
y sueñan con la muerte.
Desde niños, juegan
al juego de la muerte.
Uno dispara,
el otro finge que muere.
Algunos dejan de jugar
porque mueren
realmente.
¿Dónde está la paz?
Cuando la paz se compartía,
¿ellos dónde estaban?
¿Quién les devuelve
los años perdidos?
¿Pueden dormir
los asesinos
cuando cualquier
rasgo de humanidad
ha desaparecido
de sus corazones?
No hay comentarios:
Publicar un comentario