En el instante mismo
en el que afirmo algo,
ese algo ya es pasado.
Si digo que ahora llueve
¿qué queda de esa lluvia
en la escritura?
Si digo que te quiero
¿cuánto dura ese amor
sobre la página?
Nada se sostiene,
el folio sigue seco
o mojado de lágrimas
por lo que ya no existe.
Si todas las verdades
que podemos expresar
sobre el mundo
viajan a lomos del cambio…
Si lo que escribo ahora
ya es pasado
y lo que pienso está muerto
mientras lo estoy
escribiendo…
¿Qué es lo que queda?
Palabras sin sentido
viajan en un proceso
interminable
porque dentro del cerebro
de los malos poetas
tintinean los abalorios
del lenguaje.
A veces hay más vacío
en la página escrita
que en la página en blanco.
El dolor no es lingüístico.
Y no lo son tampoco
ni el amor ni el recuerdo.
Se exige a quien escribe
transformar sensación
en pensamiento,
trasladar esa idea
a unas palabras
que enciendan
la emoción en el lector.
Platón dijo que leer
es interrogar a un texto,
pero cada cual
habrá de buscar
sus propias respuestas.
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