Ya estoy jubilado, pero nunca me he sentido realizado por trabajar. En mi faceta laboral he sido lo más responsable posible, pero jamás fueron reconocidos mis esfuerzos por jefes que creaban un ambiente laboral tóxico, incentivando el enfrentamiento entre los trabajadores y premiando a los que colaboraban con los intereses de la empresa. Y sé muy bien que no solo me ha ocurrido a mi y que le sigue pasando a muchísima gente.
Gente que trabaja ocho horas cada día y que usa parte de su salario para pagar una terapia que le ayude a seguir yendo a cumplir sus ocho horas diarias en el trabajo. Gente que se empapa de café para tener energía que gasta trabajando en tareas que le succionan su energía. Gente que trabaja para poder pagar el alquiler de una vivienda que solo usa para dormir. Gente que come mal, rápido y en silencio, para asistir luego a reuniones que podrían haber sido por internet o ni siquiera existido. Gente que usa sus días libres para recuperarse de los días de mierda en los que se ve obligada a realizar horas extra que nunca cobrará. Gente que siente ansiedad los domingos y los lunes entiende la razón. Gente que se ve obligada a cumplir con tareas que sabe perfectamente que se pueden cumplir mejor y de forma más productiva haciéndolas de otra manera. Gente que recibe broncas de alguien que agachará la cabeza como un perro cuando se vea obligado a tratar con alguien que está por encima en el escalafón de la empresa.
Por eso, precisamente hoy 1 de mayo, hay que decirlo: El trabajo, entendido como una obligación para tener un ingreso que nos permita vivir, no dignifica a nadie. Es mil veces mejor quedarse en la cama, apagar el despertador, olvidar las agendas, los turnos, los jefes y las tareas pendientes... Y soñar con respirar sin prisas, desayunar sin sentimientos de culpa, tener una, actividad que te llene como persona y existir sin rendir cuentas a quien te explota y le importas un pimiento porque en cuanto pueda hará lo posible por sustituirte por otro que sea menos contestatario, que agache con más facilidad la cabeza, se comporte como el pelota de turno y acepte sin rechistar todo lo que le caiga encima.
Pero también está quien trabaja para sí mismo, que con todo el sacrificio del mundo le echa horas y horas en su pequeño negocio agobiado por los pagos pendientes a proveedores y los impuestos, para que a las primeras de cambio se lo quede el banco o tenga que dejarlo con deudas hasta las cejas.
No. En general, la gente no trabaja para vivir por la sencilla razón de que el sistema nos obliga a vivir para trabajar. Por eso se trata tan mal a quienes llegan a la tercera edad: porque ya no son productivos y se derrocha dinero con las pensiones. De ahí que cada año se atrase más la edad de jubilación y hayan llegado nuevas facilidades para compaginar la pensión con algún tipo de tarea laboral.

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