Quise saber de mí
y por curiosidad
le eché un vistazo
a un libro de autoayuda,
de esos que nos hablan
en sílabas contadas
de los anhelos deshechos
y las recetas de andar por casa
para hacerle frente a la vida.
De nada sirvió,
Evidentemente.
Sólo eran generalidades
envueltas para darles
un toque atractivo
en papel regalo
de filosofía barata.
¿De dónde nos viene
esa disposición
para rebuscar
en páginas ajenas
acomodo y razón
para las carencias propias?
Miré por la ventana
los días ignorados,
los de ayer,
que no parece ya
que los vivimos,
y los que han de venir,
posiblemente
igual de oscuros.
Es rara la sensación
de tener en las manos
un libro que no sirve
para nada, salvo
para que su autor
haga caja gracias
a las desgracias
e inseguridades ajenas.
Esa fue mi reflexión
mientras la luna
iba extendiendo
una colcha de luz
sobre lo que me rodea.

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