Hay seres humanos solos
con su estatura, con su sombra.
Con los ojos abiertos.
Con los brazos abiertos.
Con el corazón abierto
como un silencio ancho.
Esperan en la desesperada
y desesperante noche
sin perder la esperanza.
Piensan que están en el bajel
almirante con la luz
más triste de la creación.
Ya izaron velas y se dejan llevar
por el viento del Norte
con la figura acelerada
ante los ojos del amor.
Hay seres humanos solos,
sujetando con sus sueños
los sueños que les restan
y todo el cielo del Atlántico.
Serios y callados frente al mundo
que es una piedra humana,
móvil, a la deriva,
perdido el sentido
de la palabra propia,
de su palabra inútil.
Hay seres humanos solos,
piensan que ahora todo es nada
y nadie dice nada de la fiesta
o el luto de la sangre que salta,
de la sangre que corre,
de la sangre que gesta
o muere en la muerte.
Nadie se adelanta
ofreciéndoles ropa
para vestir una voz
que desnuda solloza
deletreándose.
Hay seres humanos solos.
Sienten, y su verdad se ahoga
en pensamientos que traducen
lo hermoso de la rosa,
de la estrella, del amor,
del hombre y de los dioses.
Con esos seres humanos
estará siempre mi poesía.
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