A cuatrocientos
grados bajo cero,
que es la temperatura
en el espacio,
todos los elementos
de la tabla periódica se paran.
Sus cuerpos enmudecen.
La vida se congela.
Sólo uno, el más leve,
se resiste a que el tiempo
y el frío lo sometan
a la inacción, al cambio.
Por fuera nos parece
que está muerto.
Su piel es de cristal.
Pero por dentro,
sus átomos ensayan
una coreografía apasionada.
Lo que fuimos y lo que somos,
como le ocurre al helio,
nos conforma.
La realidad pervive
en dos estados
que no son excluyentes
hay que aprender
a vivir en ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario