He escrito tu nombre
en todas las paredes
del poema,
en los acantilados
de un antojo,
en los ríos salvajes,
en esa catarata de Iguazú.
He escrito tu nombre
en los ojos de un verso
en Machu Picchu,
en el Monte Perdido,
en la Plaza de Mayo,
en los cristales
del viento insobornable
de una voz que clama
en rebeldía.
He escrito tu nombre
en Petra, en Babilonia,
en Rodas, Yucatán
y Alejandría…
En el infierno de un campo
de concentración,
en las ruinas de una
ciudad bombardeada,
en lugares africanos
donde la muerte
siempre tuvo
las puertas abiertas
para actuar a su antojo.
He escrito tu nombre
más allá del norte
en una cabaña de madera,
bañada por el Ártico
en chocolate
y pájaros azules.
He escrito tu nombre
en todas las esquinas
de la Muralla China,
y en medio de una selva
donde vive una tribu
al borde de la extinción.
Tu nombre es mi escudo,
mi luz, mi sortilegio,
el hola y el adiós
de todas las mañanas
en que se renuevan
sueños de esperanza.
Y aunque no he estado
personalmente
en ninguno de esos lugares,
he escrito en ellos
tu nombre, Libertad.
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