Puede que al salir
de tu escondrijo
te sorprendan, como a mí,
las alimañas,
que el espectáculo
no te entretenga
y a menudo la impostura
te incomode.
También, probablemente,
tengas miedo,
se te frustre
la pasión advenediza
y preguntes sin descanso
las razones por las que hay
depredadores, ruido, bestias.
Verás en cuanto salgas
adentro de la selva
por mi herida,
que conviene
entrenarse en fortaleza
sin perder ternuras.
Así aprendemos
y cuando leamos
un día entenderemos
que, hasta nosotros
que no queremos
hacer daño,
somos animales imperfectos.
Y, con eso del instinto
que supura de estas pieles
de raza extraña,
si hemos de morder,
mordemos...
Sobre todas las cosas,
porque tenemos
derecho a no ser
esclavos de nadie.
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