domingo, 23 de marzo de 2025

POESÍA: DIME, ALMA


Dime, alma,

qué cincel has empleado

para que sea yo tu forma,

qué sombra subyace

en mi sombra,

o qué memoria soy,

qué invertebrada

conciencia.

¿Has moldeado el aire?

¿Asientes a mis volúmenes,

a mis ojos?

Acaso sea hijo de tu luz,

y acaso ese resplandor aterido

me rescate de lo inconcebible

y me alimente de lo mortal:

tu fiebre me unce al ser.

¿Qué extraña potencia, alma,

constituyen mis manos?

¿Son las tuyas?

¿Tienes tú manos?


Dime, alma, si es tuyo

este silencio

o si son los engranajes

de mi cuerpo;

dime si dictas tú mi sangre

o es mi sangre

la que te articula;

dime si eres mortal

o sólo sucumbes al azar.

Existes, alma?

¿Existo yo,

o soy un arañazo de la nada?

Te hablo, y no sé a quién.

¿Por qué es tu transparencia

mi opacidad?

¿Por qué desconozco

tu idioma,

si en mí converge cuanto hay,

y me iluminan soles dispares,

y recae en mi piel el peso

de lo que se aleja?

¿Por qué no te veo, alma,

si advierto

las hondonadas celestes,

los remolinos de la fragilidad?


Me oigo anochecer, y morir,

y construirme;

te niego, alma: niego tu azul

y tus guadañas;

 niego tus células,

en las que cunde

lo incomprensible.

Y oigo tu levedad,

que me atenaza; y aquilato

tu soplo homicida,

el fluir de tu ausencia

por mis capilares

y mi ropa.


¿Eres, alma?

¿Determinas mi latitud

y mi penumbra?

¿Coses mis latidos?

¿Me acunas?

¿Por qué no recalas

en mis signos,

y fotografías mis miedos,

y me ratificas en tu hoguera

sin causa,

ajena al tacto,

despojada de tildes,

pero que siento en el fondo

de mi nombre,

derramada,

derramándose?


¿Por qué no lloras?

¿Qué mar es el tuyo, alma?

¿Te poseo

o soy yo tu objeto?

¿Qué abstracciones,

pájaros, estragos, 

son tu carne o la mía? 


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