No un barco solitario
cuyas luces se adentran
en la noche
dejando atrás la costa;
ni una desierta isla
preñada de tesoros,
descuidada
en el vasto océano;
ni la roca que enfrenta
en el batiente al oleaje,
firme mientras
se descompone.
Tampoco el asombroso
pecio de algún naufragio
milenario que al fin
orilla el tiempo,
sino esos rastros
de espuma que las olas
dejan sobre la arena
de una playa
al retirarse el mar,
deshechos al instante.
Apenas nada más:
Eso somos.
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