¿Para quién engendramos
pesares y ansiedades?
Somos meros concursantes
transitando
un abismo poderoso,
donde cada paso es un desafío
y las púas nos acechan,
sin refugio a los regresos,
por eso devuelvo
con indiferencia
la mirada del que odia.
Bastante tenemos ya
con estar transidos
y llenos de dolores,
pugnando
efímeros consuelos,
que se enfrían
como café con atareos;
poco saboreamos
la miel de nuestro esfuerzo.
¿Será vivir lo máximo posible,
andar a tientas en el riesgo,
hundirnos fieles
al pie de la hecatombe?
No, me niego a aceptar
tales premisas.
¿Para quién es el suspiro?
Este afán nace de los huesos,
y sólo algunos lo advierten.
Todos miran su sendero,
las otras vías no importan,
mucho menos el caído
que clama por ayuda.
No quiero ser de esos,
necesito amarme
pero no por egoísmo,
sino para tener algo que dar
cuando otros lo necesiten.
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