Era la última hora
de la tarde, para entonces
ya dormían las gallinas
ocultas en las ramas
de los árboles.
Yo estaba acabando mi paseo
y se hacía sentir
el frío del invierno,
mientras pensaba en la cena
que me esperaba en casa.
Habían dado a luz
algunas embarazadas,
andaban de paseo
con sus carritos.
El colegio estaba en silencio,
las pizarras descansaban.
Una adolescente reía
con su móvil pegado
en la oreja,
El barrendero recogía
los últimos restos de basura
que quedaron tras la fiesta.
Era tarde. O no, según se mire,
aquel día fue casi
como otro cualquiera.
La victoria no tenía sentido.
Nadie admitió su derrota.
La paz no era tal en Gaza,
solo una tregua, pero aún así
la gente celebraba conseguir
algunas jornadas extras
de existencia en el infierno.
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