Cada vez más
siento el cansancio
de una travesía
demasiado larga.
Se me cierran los ojos,
llego a puerto.
¡Tantos queridos rostros
me sonríen!
Es de nuevo
la casa de la infancia,
el barrio,
mi madre que me llama,
los veranos en casa
del abuelo,
mi pequeño cuarto
donde por primera vez
pude estar solo.
Cierro los ojos.
En la sombra del mundo
hay una luz,
la de todas las cosas
que alguna vez amé,
que tuve y que perdí.
Todas me esperan
al final de todo.
Están muy cerca ya.
¿No se divisa
la tierra firme
tras aquellas nubes?
Miro la lenta estela
de mi vida,
incesante se borra
mientras la observo.
El pasado, el futuro,
espuma blanca,
monótona escritura
que no acierto
a descifrar.
Sueño en llegar a casa,
en acabar un viaje que ya
se hace demasiado largo,
casi sin ilusiones,
con agua apenas.
Estoy listo
para decir adiós,
la maleta rebosa
de impaciencia y de regalos.
Sueño con los rostros
que me aguardan
-otra vez juntos
tras tanto tiempo-
allá, en el puerto,
bajo tierra leve.
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