Hay días en que
no sonríes
y te sumerges
en la indiferencia.
Días en que no violas
ninguna regla.
En que no descubres
la falsedad
del pensamiento general.
Días en que llegas al trabajo
—a la hora exacta—
y cumples,
y tu jefe te da una palmadita.
Días en que mereces
el perdón de los Dioses,
y la noche se mueve
como un pez.
Y ves las noticias
y las mentiras
no te hacen incomodar,
y las ballenas y los perros
no te importan.
Días en que piensas
que si el río suena
es porque agua lleva.
Días en que eres
el ciudadano perfecto,
el deseado por gobiernos
y religiones.
Días inútiles, días perdidos.
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