Dentro de un rato, cuando aclare el día, saldré a caminar. Con el tiempo me he construido dos variantes para un recorrido que puede durar entre hora y media y dos horas. Pero no es eso lo que quiero destacar, sino lo que ocurre con mucha de la gente con la que me cruzo cuando camino. Para mi sorpresa, me empezó a ocurrir desde el primer día de la mudanza, cuando llegué en el mes de marzo pasado al lugar donde ahora vivo: Resulta que los que por aquí viven tienen la sana costumbre de saludarse aunque no se conozcan. No se le niega a nadie un buenos días o una buena tarde. Por supuesto que no lo hace todo el mundo, pero sí la gran mayoría. Y si se hace con un desconocido, la proporción de saludos aumenta abrumadoramente cuando ya se trata de una persona que empieza a ser conocida porque se la suela ver habitualmente por la zona, aunque no se tenga ni idea de quién es.
Para corroborar lo que cuento, esta semana he estado realizando una pequeña estadística sobre la cantidad de gente que me ha saludado cada día mientras he dado mi paseo:
- Lunes: 36 personas
- Martes: 32 personas
- Miércoles: 28 personas
- Jueves: 32 personas
- Viernes: 34 personas
Todo esto, teniendo en cuenta que suelo empezar a caminar sobre las 7,15 horas de la mañana, en las que todavía no hay mucho movimiento por la calle. No sé si les ocurrirá algo parecido, yo desde luego no estaba acostumbrado. De donde venía, donde la gente ni se miraba por la calle, mucho menos iba a tener la iniciativa de saludar a un desconocido. Y lo cuento porque sienta muy bien empezar la mañana sabiendo que no eres invisible para los que tienes a tu alrededor. Eso te convierte en alguien más amable, porque tratas de devolver a los demás la amabilidad con la que eres tratado. Y he terminado de interiorizarlo de tal manera, que me siento raro cuando he tenido que trasladarme a otras localidades para hacer cualquier gestión y compruebo que esto de lo que estoy hablando no ocurre.
Saludar es el primer paso para asumir que la amabilidad es un regalo que no cuesta ningún esfuerzo y que sienta magníficamente bien a quien es saludado, pero también a quien saluda. Porque haciéndolo uno aprende a sentir los vínculos que le unen a los demás y te obliga a ir con una sonrisa por la vida. Porque se saluda sonriendo y se sonríe saludando. Y porque tras saludar varias veces a otra persona, más tarde o más temprano, ocurrirá el milagro de que la cosa no se quede solamente en eso. Ocurrirá que un día cualquiera no haya solamente un saludo, sino el comienzo de una breve conversación. Sobre cualquier anécdota sin importancia, sobre si hace calor o frío, que más da. El caso es hablar, comunicarse, saber que no estás solo cuando sales a la calle porque cuentas para los demás. Es la comunidad, amigo. Me alegra haberla encontrado: Buen día y buena jornada.
NOTA: He intentado compartir esta publicación en Facebook y me lo deniegan porque se supone que infringe sus normas comunitarias. Que alguien me lo explique...
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