jueves, 5 de septiembre de 2024

REFLEXIÓN: LA CANCIONCILLA


Hay decenas de cancioncillas como la que nos ha escandalizado de ese alcalde que subido a un escenario ha tenido la increíble desfachatez de cantarla en las fiestas de su pueblo. Las hay parecidas por toda España. Ritmos distintos, otras estrofas, rimas consonantes y asonantes; sólo tienen algo en común: las protagonistas son mujeres asesinadas y troceadas, niñas secuestradas o violadas, cuya presencia pertinaz en esas canciones dice menos que el hecho de que esas canciones sean alegres e infantiles, juegos de niños. Se entiende, claro, el desconcierto del alcalde de ese pueblo de Ávila que subió al escenario a animar las fiestas con una canción “que se ha cantado siempre, hombres y mujeres”, en la que se secuestra a una niña, se le baja la braguita y se la viola tres veces. Es un hombre de 2024 con un cargo público metido en el cuerpo de un niño de los sesenta del siglo pasado, un señor conduciendo a ciegas. Si hubiera dicho que no tiene ni idea de lo que dice la canción le hubiera creído; otro de los poderes de la Tradición es convencerte de que las cosas sobreviven pese a su significado, que directamente te susurran que no lo tiene: “si ha llegado hasta aquí, no lo rechaces”. La música y la Tradición ofrecen efectos poderosos por encima de la moral, pero ninguno como el de desnudar patrones de asesinato de forma primorosa: lo inquietante de esa canción popular no es que relate entre palmas y durante las fiestas patronales el secuestro y la violación de una niña, sino desconocer si dentro de 200 años seguiremos tan averiados como para que los niños, y un alcalde majadero, canten versillos inocentes inspirados en la violación de La Manada, el asesinato de Diana Quer o los niños quemados por José Bretón.

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