Tengo en la cuenca
de mis ojos
la sabiduría líquida
del agua,
la majestuosa libertad
de la espuma muerta.
Tengo en las planta
de mis pies descalzos
el cromosoma
imperfecto de la calma
y la furia blanca
de todas las galaxias.
Tengo una madeja
de amaneceres enredados
en la yema gastada
de mis dedos
y la antorcha encendida
de la historia de la tempestad.
Tengo la sangre de las nubes
haciendo nido
en el cielo de la boca
y un millón de rosas negras
flotando en la saliva.
Dentro de mi retina vive
la pequeñísima inmensidad
de cada átomo
que nos construye
para que me trague
la soberbia
del arpón y de la lanza,
para que nunca olvide
la catástrofe,
para que nunca olvide
de dónde vine.
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