Me estoy quedando
a solas con la muerte,
que recorre la casa
mientras finjo que duermo.
A veces me contempla
dulcemente,
como una madre
al borde de mi cama,
y para no arrojarme
de bruces en sus brazos
invento que alguien
me necesita urgentemente.
Unas veces soy pan
para el hambriento;
otras, sonrisa y algodón
para limpiar el pus
de las heridas,
o simplemente un cuento
para dormir
a un niño de la calle.
Y después soy un sueño,
el vino y la guitarra,
para espantar
el miedo del parado;
soy los ojos,
la luz para los ciegos,
la esperanza
para el desesperado,
una estrella
en la noche más oscura
o nieve pura
en medio del desierto.
Así engaño a la muerte
y sigo vivo,
aunque cada día más viejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario