Un día habré de pedir
asilo en la tierra
de mis muertos.
Habre sido materia
que se borra y que vuelve
hacia la larva
y sus metamorfosis,
a la entrega y cesión
de cada mito,
el nombre propio
y el nombre común,
aquellos topónimos
que atravesamos
como si fueran puentes.
Aunque para el final
de esta historia
probablemente optaré
por entregarme
a las brasas
y luego esas cenizas
de un hijo de volcán
acaben en la mar
que tanto ha amado.
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