miércoles, 7 de agosto de 2024
REFLEXIÓN: LIBROS
Si algo es imbatible en la lectura de un libro es la particular ley física por la cual dos intimidades se relacionan sin que ninguna de ellas dos pierda su cualidad de íntima y privada. Este fenómeno espectacular, que no puede alcanzarse en las relaciones personales, se produce durante la lectura de una manera natural. Quizá esta sea la razón por la que durante tanto tiempo se ha considerado la afición a la lectura algo que perseguir y extinguir. Al día de hoy, cuando uno visita países en los que la lectura está restringida a tres o cuatro títulos y todos ellos de carácter religioso, nos recorre un escalofrío que seguramente nos retrotrae a la tragedia de nuestros bisabuelos. Pero no hace falta ir tan lejos para encontrar cómo la lectura va perdiendo afecto, destrozada por un panorama de entrometimiento visual portátil abominable. Una especie de ruido perpetuo en el que no cabe esa pausa para la introspección. Con la fusión entre la escritura y la lectura se aprende cómo andar por el mundo, cómo leerlo, cómo contarlo. Ahí, en esa sacudida artística, donde no cabe el juicio superior, ni el linchamiento ni el dogma, es donde se establece la maravilla del arte literario. Lejos de templos y patíbulos, en la fusión de dos intimidades libres, la del lector y el autor.
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