Ese malestar, esa tristeza
que nos invade de repente
cuando alguien sufre
al pensar en ese alguien,
incluso al pensar
en nosotros mismos...
Esa debilidad irremediable
y progresiva,
ese dolor en los botones
que no se quita
ni desabrochándolos,
esa falta de ganas,
esa ausencia de oxígeno,
ese arrastrar el alma
por donde se desaniman
los cordones,
a causa de los males
que asolan este mundo
en verdad no es trascendente.
Es la amargura
de quien tuvo una utopía
y la vio volar en mil pedazos.
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