Somos aquello
a lo que renunciamos
y, por supuesto, aquello
que no haremos nunca.
Somos el valor
que en ocasiones
nos falta
para decirnos la verdad
y la nostalgia
por las cosas
que no dejaremos
que pasen.
Quizá los que saben
llamen a eso frustración,
y es posible que lo sea.
Pero yo, en los días
malos o regulares,
sé que tengo la opción
de arrebatarme
con la idea de soy
un castillo de naipes
que nada ni nadie
ha podido derrumbar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario