Se te lavan
las penas de la vida
con la brisa fresca
con el canto
de gaviotas
que al atardecer
te arrulla.
Así te crees
volar y vencer,
se te olvidan los grises
de algunas alboradas,
el esfuerzo del impulso
pulso a pulso cada día.
La vida pasa rápido,
pero se queda
lentamente
prendida entre
sedas y espinas.
Y cuando los paraísos
te abrazan
solo pides que dure
todo lo posible
ese momento dulce
para sentir en lo hondo
que no todo está perdido.
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