Donald Trump ha sido condenado por múltiples delitos para intentar callar a una mujer con la que mantuvo una relación extramatrimonial, para que no lo hiciera público. Su reacción al fallo del jurado, como suele ser habitual cuando algo no le favorece, es lanzar el mensaje de que todo el sistema democrático de su país está amañado, y que se siente como un prisionero político. Nada que no le hayamos escuchado con anterioridad, son sus soflamas de siempre, y del mismo modo que en su día puso en cuestión el resultado electoral, ahora lo hace con los procedimientos del poder judicial. Y lo más grave, con amplio aplauso de sus fieles y un espectacular aumento de los fondos para su campaña. Por desgracia, no hay hipocresía alguna y el mensaje es claro: no nos importa hundir la democracia, sus instituciones y procedimientos, con tal de que gane "el nuestro". Es colocar al partidismo por encima del sistema. Y, por desgracia, es lo mismo que está ocurriendo en España.
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