Como desde
un daguerrotipo
muy antiguo,
el tiempo nos devuelve
a un tiempo
que se desmorona.
Ahí los rostros desleídos
en un profundo sepia
parecen sonreír,
pero los gestos giran
inevitablemente
hacia un espejo
que se hunde
en las clepsidras
del olvido.
Es triste esa mirada,
la lluvia cae
sobre el corazón
y empapa los despojos.
Ciegos los ojos
por el llanto
buscan un sentir
que ya no existe.
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