miércoles, 19 de junio de 2024

OPINIÓN: ¿FIESTA? ¿QUÉ FIESTA?


¿Fiesta? ¿Qué fiesta? No la veo por ningún lado. En todo caso la de un exasesor de Toni Cantó que logra tres escaños con una agrupación electoral creada ex profeso para no ir a la cárcel, y cuyo logo es una ardilla con una máscara de Guy Fawkes (en la versión “meme” de la versión que la 20th Century Fox hizo del comic V de Vendetta). Con esos mimbres llegan él y dos amigos suyos empresarios de la noche a Bruselas.

Este tipo de personaje, muy presente en el mundo entero, pero en especial en Europa, tienen mucho en común: unos orígenes no demasiado heroicos, un auge provocado por las redes sociales primero, y por los medios de comunicación después, y una aceptación entre una parte de la población minoritaria, pero lo suficientemente poderosa como para que sea tema de debate y/o preocupación. Nos llama la atención que criaturas sin fuste tengan tanta importancia. Existe la teoría de que hablar de ellos es darles seguidores, pero ¿cómo vamos a ignorarlos? ¿Cómo vamos a pasar por alto estas anomalías de un país democrático? ¿Deberíamos hacer un pacto de silencio en torno a todo mentecato que monte un chiringuito alegal, por más adeptos que le salgan?

La realidad es que este perfil de personaje va cobrando importancia con cada año que pasa. Yo lo veo ligado a la destrucción del sistema educativo y a la baja calidad del poco empleo que se crea. ¿Cómo no se va a agarrar la gente a un clavo ardiendo? Fuera de ese mundo de promesas de éxito hortera y exaltado patriotismo, lo que nos queda es: viviendas que no podemos pagar, trabajos embrutecedores (eso para el que tiene, claro), ocio a precios desorbitados salvo que seas turista, y un teléfono móvil para acceder a toda tabla de salvación digital que te ofrezcan. ¿Cómo no vamos a hablar de esta gente? Son el síntoma de que la casa está mal construida. Ahora, en vez de mirar al tejado, nos queda revisar las vigas.

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