Un sombrero entra en una oficina de objetos perdidos y pregunta por su cabeza.
- Aquí solo quedan pies impares, imperdibles y algún nomeolvides, contesta el encargado.
- Creo que me la dejé en el tranvía. Es curioso, no me di cuenta hasta que llegué a casa. ¡Sentía un vacío tan enorme en mi interior! Cogí la primera ráfaga de viento y me vine aquí.
- ¿Y si llama a la central de transportes?
- Ha perdido usted también la cabeza! Solo soy un sombrero, ¿cómo voy a hablar por teléfono?
- Ahora le oigo hablar alto y claro.
- No se confunda, solo es un recurso literario fantasioso del autor.
- Está bien, llamaré por usted. ¿Cómo es su cabeza?
- Pues no sé... Yo la describiría como redonda y pensativa.
- ¿Y cual es su nombre?
- ¿El de mi cabeza? Ni idea, al perderla perdí también la memoria.
- ¿Y no le quedó algún resto en el interior del forro?
- Sí, aquí hay algo... Es la última frase de autoayuda que se le ocurrió.
- ¿Y cual fue?
- "Si aceptas lo que has perdido, ya has ganado algo".
- Pues aplíquese el cuento y no acapare tanto protagonismo.
- Lo que faltaba, que encima me llamen cuentista, menudo día llevo.
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