martes, 28 de mayo de 2024

REFLEXIÓN: DEPORTE


No suelo escribir sobre deporte, pero eso no significa que no me guste. Mis preferencias siempre han ido hacia el que se práctica en grupo, suele aburrirme más el que se juega a nivel individual. Pero nunca he sido seguidor de los grandes, de los que aspiran a celebrar títulos y les sobra el dinero, y además prefiero también el deporte de formación porque a esas edades aún no está tan contaminado como el profesional. Igual los que apoyamos a equipos humildes o de edades tempranas, alguna vez nos planteamos cómo sería levantarse un día convertidos en uno de esos aficionados que celebran títulos como quien celebra que detrás de un viernes llega un fín de semana. Ni Kafka se atrevió con tanto. Todos hemos pensado qué vistas tendrá desde arriba la montaña rusa de la gloria, porque siempre la hemos visto desde abajo y con dolor de cervicales. Pero, ¿para qué necesitar tanta gloria? ¿Cómo se anula un sentimiento si te identificas con unos colores de los que difícilmente se hablará en los medios de comunicación? Pero para qué apoyar una marca si estás apoyando algo muchísimo mejor, si estás apoyando una emoción, la que te ofrecen el esfuerzo y la victoria de los que tratan de salvar una categoría o proyectan sus fantasías mientras entrenan o juegan un partido tratando de imitar s la figura del millonario ídolo al que admiran y tratan de emular. La vida es algo más que aspirar a la acumulación de títulos o de dinero, y el deporte también. 

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