Hay quienes no saben
nada del Lejano Oeste
nada del amor por la tierra,
ni de las tiendas alzadas
con la piel de los bisontes,
ni de la dignidad sin límites
del árbol solo en la llanura,
ni de la flexibilidad del fresno
para construir un arco,
ni del sueño de Luna Blanca
junto al fuego.
No saben que en Grand River
nació el mejor
de nuestros héroes,
que la derrota y el triunfo
son conceptos relativos,
que se ama en todo territorio,
que los seres humanos
crecen como espejos
unos frente a otros.
Que el hombre blanco acaba
por destruir todo lo que ama.
Que solo Toro Sentado
fue capaz de unir
a todas las tribus Sioux
para morir de viejo
asesinado por el Estado,
porque una sola vez fue
conducido a la derrota.
Los hijos de los que no saben
nada del Lejano Oeste
no conocen ni rezarán a Manitú,
no bendecirán la tierra
con sus lágrimas
y aunque podrán decirte
al oído que te aman
no les ha sido concedido
ese poder por las aguas
cristalinas
del gran río de la noche insomne,
por el vuelo del águila,
por la estación nevada
y la montaña sagrada,
por los espíritus de mis ancestros
y por el viento
que nos habla entre las ramas
del árbol del jardín.
Espero que desde su reino
el gran Toro Sentado
nos bendiga
y sus hijos y los hijos
de sus hijos
y los hijos de los hijos
de sus hijos
sepan de su memoria,
mientras alzó mi tienda,
y conjuro al fuego
para que ilumine mi vida.
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