jueves, 2 de mayo de 2024

PINTURA: FRANCIS GRUBER


En el Salon d’Automne (más tarde llamado Salón de la Liberación), en 1944, después de la ocupación alemana, un hombre expuso la cumbre del miserabilismo: Francis Gruber, quien con su cuadro “Job” logró plasmar la represión del pueblo y la supervivencia del mismo gracias a la liberación. Gruber nació en Nancy y sus influencias principales fueron pintores como El Bosco, Grunewald, Durero y Giacometti.

Ese era el momento ideal para celebrar la victoria de la resistencia; sin embargo, el cuadro representaba una total y terrorífica derrota. Un hombre desnudo, cuya pesadumbre es evidente con sólo ver los trazos, arrepentido, triste, lleno de la nostalgia y amargamente sumiso que medita sobre su desesperación. “Todavía hoy mi queja es una rebelión, sin embargo, mi mano comprime mis suspiros”, aparece en la hoja de papel que yace en el suelo.


Algunos también agrupan a Gruber con el grupo expresionista en Francia. Tenía sólo 36 años cuando murió debido a una tuberculosis que lo azotaba, pero su obra aún marcaba a esa generación sumida en el tremendo caos de lograr salir adelante sin ningún objetivo. Nacido el 15 de marzo de 1912 con problemas graves de asma, toda la educación básica la pasó con profesores privados que no alteraran su entorno. Siempre fue un hombre reservado y tímido. Desde los 12 años trabajaba en el taller de diseño de su padre y gracias a que su hogar se convirtió en el mejor lugar para aprender, su carrera artística comenzó con gran fuerza en 1930, cuando participó en el Salons des Tuileries et d’Automne. Dos años después, Gruber ya era un artista bastante reconocido, codeándose con los grandes pintores de esa época. 


Durante los años de la guerra, cuando se le desarrolló una tuberculosis, el retiro forzoso a su estudio parisino permite que nazcan pinturas íntimas: naturalezas muertas sobrias, desnudos aislados en un estudio vacío, retratos más hieráticos pero no menos solitarios. La obra revela los tormentos del artista tras la Segunda Guerra Mundial. La violencia de esta época y los horrores de la guerra marcan definitivamente su producción, que representa entonces cuerpos femeninos y masculinos, desnudos y demacrados, perseguidos por la imagen de la muerte.

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