Pongo a la luna
por testigo
de la falta de luz.
Y aún así,
entre las ramas
del sueño
un pájaro ha empezado
a trinar,
sabe que no enturbia
el silencio,
sino que lo acaricia
primorosamente
con su canto.
Aunque fuese solo
para maravillarse
con esa manera
de dar los buenos días,
vale la pena madrugar.
No sabe mi amigo
que hoy lo escucho
por última vez,
pues mañana ya no estaré
aquí para hacerlo
y le dejo este poema
como despedida.
Llevaré conmigo
para siempre sus regalos
y espero que nunca
cese su canto,
el mundo lo necesita.
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