lunes, 18 de marzo de 2024

REFLEXIÓN: TODOS SOMOS HOMERO


La Ilíada no es un libro cualquiera. Junto con la Odisea es el libro fundacional de la literatura occidental. Narra la guerra que destruyó Troya en torno al año 1200 a.C. Describe el asedio de la ciudad por una confederación de reyes micénicos, su conquista, saqueo y destrucción. Pero narra mucho más que eso: habla de la ambición, del deseo de gloria, de la codicia, de la paternidad, del odio, de la ira, de la negociación, de la violencia, de la amistad, de la venganza… De las múltiples formas que adoptan el amor y la muerte. Es mucho más que un libro; es un espejo de la naturaleza humana. Dicen que Alejandro Magno se sabía la Ilíada de memoria. Las historias de Helena y Paris, de Agamenón, de Aquiles y Héctor, de Príamo, de Odiseo… han atravesado los siglos y siguen hoy tan vivas como entonces.

Hay libros que resuenan con tal poder que nos resulta imposible olvidarlos. Hablan de nosotros con tan asombrosa claridad que sentimos que somos sus autores. Cuenta Alberto Manguel que, en 1990, el Ministerio de Cultura colombiano creó un sistema de bibliotecas itinerantes para llevar libros a los habitantes de regiones rurales lejanas. Todos fueron devueltos cuando el plazo se cumplió, salvo uno. Los aldeanos de una de esas regiones se negaron a desprenderse de la Ilíada, argumentando que el libro narraba su historia. La guerra que contaba era la misma que asolaba su país, los miedos y deseos de sus personajes eran sus miedos y sus deseos. El bibliotecario les regaló el libro. La Ilíada había hecho su magia: griegos y troyanos habían mudado en colombianos. Al leer la historia y hacerla suya, ellos se habían convertido asimismo en sus autores.

Curiosamente, muy poco se sabe de Homero. En realidad todo son especulaciones: Hay  quienes piensan que no existió nunca y su nombre es una máscara tras la que se ocultan todos los que cantaron las fabulosas historias de la Guerra de Troya. Si eso es verdad, alabados sean. 

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