Donde el ratón roe
la tabla polvorienta
y el mar se lleva
el último vestigio
del orgulloso buque,
allí te aguarda
el corazón de la nada,
el verdadero infinito.
Hombres de poca fe
caminan en procesión
con cirios encendidos,
la saeta hiere la noche,
te haces pájaro
en el retumbar del cántaro.
Somos eco, palabra
o nombre indescifrable
en la garganta del viento.
Allí, donde
no hay odio ni súplica.
Allí, donde
ya no habrá tiempo.
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